Fabuloso hotel boutique, un puñado de habitaciones preciosas en un palacete histórico, lleno de muebles antiguos, alfombras, tapices. Con un jardín delicioso en el que poder tomar algo si el tiempo lo permite. Habitaciones amplias y cómodas, con cama adoselada. Baños muy amplios también con bañera con la ducha incluida. Los desayunos son impresionantes, te despliegan platos dulces y salados, junto con frutas, zumos y cafés, son inmensos, hay que tener apetito para poder acábaselos. La cocina espectacular, muy recomendables los cachopos y tienen su sidra de producción propia, exquisita. Mención aparte merece la atención recibida por el personal del hotel, verdaderamente encantadores y atentos a cualquier necesidad. No puedo dejar de recomendar este hotel, nosotros volveremos sin duda.
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